Y después de unas semanas yo ya era una versión nueva de mí misma, con una nueva dimensión de mi relación con la comida y con mi propio yo. Decir NO al deseo de comer algo que no me conviene ya no es una cuestión de voluntad o de fuerza, es una decisión que tomo desde la conciencia y la serenidad, desde la sonrisa y el bienestar de saber que tengo cuidado de mí misma , me respeto y me lo que mi cuerpo mejor necesita. La comida ya no decide por mí. Yo dirijo mi propia vida y esto da una sensación de bienestar muy grande. Y lo mejor es que sé que este cambio ya es para siempre, ya forma parte de mí.
