¿Te cuesta parar de comer patatas fritas, o chocolates, alimentos azucarados o refinados u otra comida procesada?
Muchas de mis clientas me relatan que si empiezan a comer una galleta de chocolate, o unas patatas, les cuesta mucho comer solo una o dos, y parar. Un estudio realizado en el European College of Neuropsychopharmacology nos aporta más comprensión sobre el ansía por comer determinados alimentos.
La obesidad es una de las enfermedades que más se está propagando en nuestra sociedad occidentalizada, y se está empezando a investigar más sobre que tipo de «conexiones neuronales» nos llevan a comer más de la cuenta.
El ansía por comer y el sentirse recompensado
Durante este estudio se dió de comer a personas con obesidad y a personas con un peso normal. Después de la comida realizaron escaneres cerebrales a los comensales mostrándoles fotos de comidas que suelen estimular el ansía por ciertos alimentos. El resultado que arrojó la investigación fue que en las personas obesas el área del cerebro que llamamos «centro de recompensa» se veía mucho más estimulada que en las personas con un peso normal. Al cabo de 3 meses, los investigadores midieron el IMC de los participantes, y concluyeron que el 11% del aumento de peso de las personas obesas podía ser originado por esta manera de usar la comida como «recompensa».
Según el estudio, se creaban conexiones cerebrales similares en las personas con hambre compulsiva al igual que aparecen en los individuos que padecen adicciones como el alcohol u otras drogas.
Es importante este tipo de estudios porque nos hacen ver la importancia de ver el sobrepeso y la obesidad, no sólo como algo que se puede solucionar con una dieta temporal(que ya sabemos que no funcionan), sino como algo que debemos trabajar y comprender de manera integrativa teniendo en cuenta tanto la parte física, como la mental, la emocional e incluso la espiritual.
¿Comer compulsivamente realmente me recompensa?
Mediante la PNL (Programación neuro-linguística) y el coaching, según yo lo trabajo, modificamos dichas conexiones neuronales para que la persona renuncie, sin sensación de sacrificio, a determinadas sustancias comestibles adictivas, las cuales para más inri son mayoritariamente poco saludables.
El hambre compulsiva suele ser un indicativo de que hay algún tipo de circunstancia que nos hace sentir ansiosos, abatidos, aburridos, cansados,… La próxima vez que aún a sabiendas de que no tienes hambre física, notes los primeros síntomas de antojo por ciertos alimentos chatarrosos, será interesante que te hagas las siguientes preguntas:
- ¿Ha habido algún suceso reciente que me ha alterado y no lo he digerido?
- ¿Estoy comiendo demasiados alimentos procesados?
- ¿Comer de más va a solucionar este problema?¿Y si hiciera algo para afrontar y solventar realmente esta situación que me angustia?
- ¿He bebido suficiente agua?
- ¿He tomado demasiados estimulantes como té, café o bebidas azucaradas?
- ¿Estoy mirando demasiada televisión?
También va muy bien hacer una lista de alternativas saludables que aumenten nuestro bienestar con las que premiarnos y que no sean comida.
Tu cuerpo es uno de tus mejores amigos y trata de indicarte que hay alguna situación que te genera malestar. Quizás buscas en la comida una manera rápida de «compensarte» para sentirte mejor. La verdad, como tu bien sabes, es que la ingestión masiva de este tipo de alimentos no va a solucionar ninguno de tus problemas, al contrario normalmente agrava todo el proceso ya que continuamos haciendo oídos sordos a nuestras verdaderas necesidades. Engañarnos no lleva a solucionar nada. Cuanto mayor es nuestra consciencia de lo que nos está pasando más rápidamente se rompen patrones de conducta. La mejor estrategia es empezar a escucharte, a tratarte con compasión, a cuidarte y a generar los recursos necesarios que te ayuden a afrontar esas situaciones difíciles, a digerir esas emociones indigestas y a mejorar tu calidad de vida aumentando así tu bienestar.
Quizás algo de esto hay en la celebre frase: La verdad te hará libre.
Gracias por leerme,
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